¿En Qué Fallé?

Es domingo, y yo me preparo para sacar a Karla, mi perra, como de costumbre.

Karla

Karla, nos vamos….

Es como si hubiera pronunciado la palabras mágicas, ella sale corriendo debajo de mi cama, lista para derrochar su energía acumulada.

Busco su collar azul e intento ponérselo, sin embargo, ella está tan emocionada saltando y moviendo la cola que me dificulta mi objetivo.

Una vez tiene la correa puesta, le pregunto: “y la pelota?” (Para ella, la pelota puede significar cualquier objeto que ella persigue, muerde y babea sin que yo la regañe; puede ser una pelota, un palo, un peluche e incluso, una botella de plástico).

Karla debe tener un muy buen olfato, o una memoria prodigiosa porque siempre encuentra su pelota en cuestión de segundos. Es una pelota de tenis, descolorida, babosa y seguramente llena de bacterias.

Cuando llegamos el parque, agarro la pelota y realizo y unos cuantos amagues para llamar su atención. Después lanzo la pelota con toda mi fuerza, que no es mucha, para que Karla la traiga.

Karla sale a correr con una rapidez impresionante. La atrapa en el aire sin mucho esfuerzo. Sin intenciones de volver, ella sigue corriendo como aquel preso que ha escapado de prisión. No hay tiempo de mirar atrás.

Es en esos momentos en los que yo me pregunto, ” ¿en qué fallé como padre?, en que fallé…”

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